
«Su música ha sido un reflejo de lo que, quienes tuvimos encuentros con él, atisbábamos en su interior: una ternura rebosante cohabitando con una áspera y afilada visión del mundo»
Tras el batacazo emocional de ayer, por el fallecimiento de Robe Iniesta, África Egido se despide de él honrando su legado personal y musical con este artículo.
Texto: ÁFRICA EGIDO.
Foto: Vídeo de “Ininteligible”.
La muerte de Robe Iniesta nos ha atropellado con tal virulencia que aún hoy vibra el eco del desasosiego colectivo. Encendidos recuerdos, fotografías y canciones inundan las redes sociales en un sentido homenaje que, como pocas veces, ha unido a prensa generalista, musical, cultural y hasta deportiva. Y a todos los que guardamos en la memoria la grata compañía de sus canciones. Tenía que ser por él, por un artista excepcional, libre y genuino. Un artista de esos que aparecen como un escurridizo cometa coruscante: una vez cada muchos años. Quizá demasiados.
Iniesta nunca fue un artista convencional. Ni su personalidad ni su música ofrecieron un producto de fácil digestión. Sin embargo, desde su debut en 1989, él y sus canciones fueron calando en varias generaciones de forma tan imprevisible como profunda. Bajo la etiqueta de “rock transgresivo”, autoimpuesta ya en el título del primer disco de Extremoduro, Robe desarrolló durante años una singular manera de unir con naturalidad la crudeza y la dulzura, siempre con una sensibilidad lírica alejada de la cursilería y los espacios manidos.
En sus treinta y seis años de trayectoria, Iniesta nos ha dejado una colección de canciones a la vez furiosas y lenitivas, reivindicativas y afables. Porque su música ha sido un reflejo de lo que, quienes tuvimos encuentros con él, atisbábamos en su interior: una ternura rebosante cohabitando con una áspera y afilada visión del mundo.
Huidizo de las entrevistas y polémico en las ruedas de prensa en su etapa como líder de Extremoduro, Robe se había abierto a atender a los medios en los últimos años, aunque con reticencias. «A veces me parece que los periodistas creéis que todo el mundo puede dar la opinión de todos y de todo. Yo puedo hacerme preguntas, pero no conozco las respuestas», reconocía en una entrevista en este mismo medio. No pudo explicarlo mejor: sus respuestas siempre estuvieron dentro de sus canciones.
Robe hoy deja un legado de casi ciento treinta canciones y una veintena de discos, pero, sobre todo, una actitud alejada de subterfugios y maquillajes que ha marcado el camino de cientos de bandas surgidas bajo su influencia. Su sencillez dentro y fuera del escenario, su talante esquivo con los cánones del carisma y su estilo compositivo —mano de acero en guante de seda— han sido inimitables.
Querido Robe, mañana muchos te seguirán llamando icono, leyenda, genio o profeta del rock, todos esos calificativos en los que nunca te reconociste. «Me gustaría ser recordado —nos advertías hace unos años— como un poeta y compositor que hizo lo que quiso, que hizo algo en lo que creía». Que así sea. Hasta siempre, cometa Iniesta.

