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Han de caer del todo, de Julián Hernández

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LIBROS

«Julián Hernández hilvana una historia tan desquiciada como sus canciones, loca y desmesurada. Consigue que el lector también hilvane sorpresa tras sorpresa y carcajada tras carcajada»

 

Julián Hernández
Han de caer del todo
TRAMA EDITORIAL, 2025

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Julián Hernández no ha escrito una novela, ha escrito una sublime locura en este Han de caer del todo. Recordemos, Julián fundó Siniestro Total a principios de los años ochenta, estuvo con ellos hasta 2022, lo que puede dar cuenta de la cantidad de mundos que ha creado con cada una de sus canciones, mundos en que la irreverencia, el descaro y la imaginación se desataban por vericuetos insospechados, siempre al borde del desborde. O metidos en él.

Pues bien, si aplican esto a su narrativa, tendrán el cauce fundamental de este Han de caer del todo, donde asistimos a las aventuras de un personaje de nombre tan extraño y rimbombante que, si lo escribiésemos, ocuparía media reseña. Vamos a considerar que se llama Sykes.

El tal Sykes firma un contrato con la organización “La Bella Durmiente” en 1966. En 1975 se requieren sus servicios. Franco ha firmado la orden de fusilar a miembros de ETA y del FRAP, y nuestro Sykes ha de salvar a un integrante de estos últimos y de “La Bella Durmiente”, José Humberto Baena. Así que recala en un bar de Cercedilla y, con su contacto, planea entrar en El Pardo y obligar a Franco a firmar un indulto. El susodicho Sykes no es español y no se entera muy bien de lo que está haciendo.

Si hasta ahora la trama parecía cuanto menos extraña, ahora ya se vuelve descacharrante, cuando aparece una máquina voladora retrofuturista en la que entra, sobrepasa la cruz de Cuelgamuros —los periódicos dan cuenta de que se han divisado OVNIS sobre Alpedrete— y ha de empezar —en la segunda parte de cinco— una expedición que deja pequeñas a las del Amazonas.

Come de los animales que caza y de una tableta de chocolate que le han dado y que le proporciona más vitaminas de la cuenta. Ya me entienden. De pronto ve a Franco, pero veinte años más joven, y ve montones y montones de Francos en todas las edades posibles que hablan como esos muñecos que repiten siempre lo mismo. Y, entrando en una caverna, al final tras una puerta, descubre a dos científicos que llevan años construyendo la bomba atómica española, pero a la manera de Bruguera.

Podrían ser personajes de Vázquez perfectamente, con las mismas tramas alocadas. Podría ser la novela fruto de un Ballard más extremo, de un Valle-Inclán lisérgico, de un Jardiel con tres copas de champán. Incluso en la tercera parte, en que una enfermera del dictador en sus últimas semanas y la llegada de un doctor de guardia — en una hilarante mezcla de realidad y ficción—crean un torrente de electricidad sexual en ese apagado y lúgubre palacio de El Pardo.

El doctor es el mismo Sykes, que el 15 de noviembre de 1975 es también el causante de un atentado en la presa del mismo pueblo que inunda Madrid y lleva a que el estadio Vicente Calderón se convierta en una ruina. Mientras tanto, nuestro aventurero se refugia en la cabaña de Winter, el guardabosques de los montes, quien le habla de la sala de cine que se había hecho construir Franco y de las películas que guardaba, con un diálogo que parodia el lenguaje leninista de la oposición de la época. El final, de nuevo en la nave, remeda un episodio histórico muy posterior.

En Han de caer del todo Julián Hernández consigue hilvanar una historia tan desquiciada como sus canciones, loca y desmesurada, porque cuando se puede elegir desmesura, el autor elige desmesura y desmelene, y consigue que el lector también hilvane sorpresa tras sorpresa y carcajada tras carcajada.

Anterior crítica de libros: London Calling. The Clash rompiendo con todo, de Fernando Ballesteros.