DISCOS
«Estas canciones son las herramientas para trascender el herrumbre cotidiano. La sublimación universal de nuestra miseria»

Repion
201: La coordenada de salida
MUSHROOM PILLOW, 2025
Texto: SENDOA BILBAO.
Amanece un viernes veintiuno de noviembre con esa luz sucia que solo sabe fabricar Madrid en otoño, una bruma que no es niebla, sino el aliento condensado de tres millones de almas que preferirían estar en otra parte. Soy parte de la marabunta. Un insecto más en este hormiguero de cristal y hormigón que las tormentas recientes han dejado tiritando.
El atasco en la entrada de la ciudad es un rito funerario diario. Motores al ralentí, miradas vacías. El intercambiador es el vientre de la bestia y la estación de Atocha, un desastre monumental donde autobuses, trenes y metros vomitan gente a rebosar. Cientos de personas, como yo, nos amontonamos en las entradas de oficinas que prometen futuros brillantes bajo luces fluorescentes. Es esa soledad absoluta que describe la hostilidad de la ciudad moderna: estar rodeado de todos y no estar con nadie.
Pero hoy llevo armadura. Hoy me he despertado con 201, el esperado nuevo disco de Repion. Las primeras gotas de la tormenta sónica me inundan antes de fichar. La pieza que abre el álbum, “El sueño dura una semana”, funciona como una memoria fallida, un tratado sobre la irrealidad que nos arrastra a un universo onírico donde la batería de Teresa Iñesta no marca el ritmo, sino que empuja la voluntad. Le sigue “X”, un dardo incisivo, el electroshock necesario contra el narcisismo ajeno que inunda los vagones.
El último aliento contra el turno
Ya en camino, observo el vagón. Rostros grises, trajes baratos, ojeras caras. Todo el vagón parece sincronizar su cabreo vital con la batería de “Otro día será”. Inconscientemente, veo cabezas ajenas moverse levemente. Quizá no escuchan a Repion, pero sienten la misma frecuencia. Asumimos con un cinismo casi elegante que la realidad nos ha ganado la partida por hoy, aferrándonos al mantra, a esa plegaria laica de que, efectivamente, mañana otro día será. Y quizá sea mejor.
Horas después, en el descanso para el café, huyo. Me encierro en el baño de la oficina, el solo confesionario moderno que nos queda. Es allí, en la soledad de azulejos blancos y luz fría, donde encuentro el valor para “Cerrar los ojos”. Necesito bajar de pulsaciones, admitir que este escenario puede ser el peor de los posibles. Poco a poco, entra al ritmo la desazón y el desconsuelo. Pero entonces, la voz de Marina Iñesta se alza. No es una voz que consuele con mentiras; es una voz que te ayuda a pasar por encima de los escombros. Me obliga a coger aire para que, por la noche, cuando llame a la familia al norte, no se me note que estoy roto. Gracias por entenderlo.
La doble exposición de la existencia
A veces, el ruido de una canción es el solo documento fehaciente de que existimos. Si el pop tiende al relato claro y lineal, lo que hacen las hermanas Iñesta es trazar el mapa borroso de una realidad que se fragmenta. Su magia reside en una alquimia extraña: juntar las palabras de siempre, impulsadas por coros perfectos y guitarrazos con una distorsión que rasca justo donde pica el alma. Su actividad frenética, partiendo parches en Aiko el Grupo o rasgando cuerdas con Mikel Erentxun, ha sido acumulación, necesaria para entender la doble exposición de la existencia moderna.
Su estatus en el circuito se cimentó también en proyectos clave, como el epé Entre todas lo arreglamos, donde colaboraron con figuras esenciales como Shego, Rufus T. Firefly y Tulsa. Además, han tejido una sinergia creativa con bandas cardinales del panorama, desde La Maravillosa Orquesta del Alcohol, Triángulo de Amor Bizarro y Xoel López, hasta Camellos y Nat Simons, entre otros, sin olvidar a Casa Palma y Junio. Y, es que, si hay que imaginar a una banda en el futuro de la música española, esa es Repion.
Salida 201: El norte como promesa
Han titulado al disco 201 por el número de la salida de la autovía A-67 que las devuelve a la paz de Cantabria. Para nosotros funciona como algo más grande: es el símbolo. El límite de la narrativa. La salida 201 es la estremecida nostalgia del camino hacia el norte, el largo retorno a casa. Estas canciones son las herramientas para trascender el herrumbre cotidiano. La sublimación universal de nuestra miseria.
En “Tus fotos”, la honestidad llega al hueso: la frase «me dejé algo más que la camiseta» pesa como el epígrafe de la enésima mudanza. En “Columnas”, nos encontramos con la confesión de una existencia que se sostiene solo por inercia, admitiendo la imposibilidad de esconderse tras una falsa sonrisa. Un desesperado acto de fe para seguir nadando hacia arriba a duras penas. “Uñas de amarillo” se despliega como un plano secuencia donde el bajo guía la sección rítmica con melancolía controlada. Es la pieza que ilumina el paisaje íntimo donde habitan la amistad y el amor, un momento de contención de lágrimas frente al sol, el único refugio para llegar a casa y contártelo todo.
El anclaje final
El viaje desemboca, como en toda buena novela existencial, en un punto de encuentro y desencuentro: “Atocha”. Es el corte más folk, más desnudo. Ese monstruo de metal y cristal, que une el infierno de la capital con la promesa del hogar, se vuelve aquí una escena contemplativa. Repion cantan sentadas desde su pasillo, dejando claro que, aunque la salida 201 exista en el mapa, nosotros seguiremos aquí, en el anclaje, esperando el tren.
Mañana será otro día más levantándonos antes de que amanezca, otro día de lucha en la jungla de cristal. Pero esta vez, iré enfundado con esta música a todo trapo.
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Anterior crítica de disco: El poder sobre una misma, de Lorena Álvarez.

