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Antidepressants, de Suede

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DISCOS

«Brett Anderson traslada la desesperanza al estado de nuestro mundo nervioso, en constante alerta. Pero nunca resulta completamente desolador»

 

Suede
Antidepressants
SUEDE / BMG, 2025

 

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

Lo habían abordado en más de una ocasión, como en “The next life” de 1993. Sin embargo, la muerte y la fugacidad se convierten en Antidepressants en temas centrales del décimo álbum de Suede, el quinto de su segunda etapa desde su reunión en 2010 —y ya tienen tantos discos en esta nueva vida como en su primera encarnación—.

El anhelo romántico de canciones como aquella ha dado paso a una comprensión más serena en canciones como “Disintegrate” o “Somewhere between an atom and a star”. No hay posible escape: todos morimos. Y, aun así, especialmente desde la perspectiva de un padre —”Sweet kid” está dedicado al hijo de 12 años de Anderson—, persiste naturalmente un miedo fundamental a lo incierto e inevitable.

En el contexto más amplio del álbum, Brett Anderson traslada esa desesperanza al estado de nuestro mundo nervioso, en constante alerta. Pero nunca resulta completamente desolador, nunca se ahoga en su propia miseria. Por ejemplo, en “Broken music for broken people” (“Música rota para gente rota”), un título que podría resumir el contenido y que resulta comparativamente optimista al asegurar que «la música rota y la gente rota salvarán al mundo». Y, es que, el tono siempre se halla entre el realismo sombrío y el himno redentor, más que nada porque las canciones resultan vibrantes y los coros tiene un punto eufórico, con la voz de Anderson transmitiendo vitalidad en su desamparo, como el motor incansable de la formación —y un tono que recuerda al joven Bono—.

Es, asegura el grupo, su disco pospunk. Se puede creer: el guitarrista Richard Oakes brilla con riffs afilados y ominosos que recuerdan a John McGeoch durante su etapa con Magazine y Siouxsie and The Banshees. La batería de Simon Gilbert parece haber sido grabada en un hangar gigante y vacío. Mat Osman a veces evoca los bajos de Joy Division y en otros momentos simplemente se supera, como en “Trance state”, que es junto a “Criminal ways” lo más gótico que han grabado. Y el final con “Life is endless, life is a moment” (gran título: “La vida es interminable, la vida es un momento”) los emparenta claramente con The Cure. Con todo ello, Suede abraza la Vida con mayúscula, intentando convencernos de que estamos vivos ahora y que esta vida es un viaje que puede ser a la vez mortal y liberador.

Anterior crítica de disco: Stax revue: Live in ’65!, de varios artistas.