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Emotional intelligence, de Huevos Duros

DISCOS

«Huevos Duros se deconstruyen para rearmar un estilo definido, tremendamente cautivador, que puede ser digerido tanto por puretas como por grandes audiencias»

 

Huevos Duros
Emotional intelligence
Subterráneo Records, 2025

 

Texto: CÉSAR CAMPOY.

 

Huevos Duros irrumpió, en la escena sonora valenciana de mediados de los noventa del siglo XX, como elefante en cacharrería. Aunque la mayoría del planeta nunca llegara a ser consciente, aquella década llegó a alumbrar una especie de segunda edad dorada del pop y el rock mediterráneos, con centenares de bandas surgidas de todos los rincones del territorio, publicando maquetas como si no hubiera un mañana, y dejándose la piel, en un carrusel interminable, sobre decenas de escenarios dispuestos para el público de martes a domingo.

Llegó un momento en el cual, incluso, todo aquello pareció que acabaría estallando, pero lo bien cierto es que aquella Explosión Naranja, más que expandirse al resto del universo, acabó implosionando. En aquel contexto, decíamos, desembarcó sin compasión Manolo Rock, con la premisa de no dejar títere con cabeza. Desde finales de los setenta, Manolo lo había sido todo en el underground y lo alternativo (en sus acepciones más auténticas) patrios. Incipiente representante de bandas emergentes, promocionero, programador de las míticas salas Gasolinera y Garage, mánager de gente como Surfin Bichos y Comité Cisne… Un buen día decidió dejarlo todo y dedicarse al taxi aunque, como la cabra tira al monte, aquello no fue más que un paréntesis ya que, en la recta final de la centuria pasada, retornó al redil sonoro para, en los años venideros, montar un sello (Subterráneo), contribuir (indudablemente) a convertir Roxy Club en una de las salas de conciertos más auténticas del Estado, acompañar a bandas como Transfer en su senda de baldosas doradas, acabar convirtiéndose en pieza clave de aquel Locomotive Records de Mägo de Oz, Boikot, Tierra Santa, Koma, Gigatron, Los Suaves, Hamlet, Saratoga…

Como avanzábamos, con estos mimbres, en 1995, decidió Manolo (apasionado de los ordenadores) crear Huevos Duros en plan Juan Palomo, aprovechando las (limitadas, pero incipientes) posibilidades que la tecnología de la época brindaba al artista amateur de pocos medios y escasos conocimientos musicales. El resultado fue, desde la publicación de la cinta Nada es igual, una endemoniada serie de casetes y cedés que disparaban contra todo aquello que se movía: Un tributo a… Miss Cojones, El sistema te quiere… sano, quedan muchos cerdos por engordar, Grandes éxitos de la humanidad, y piezas imperecederas como “No más políticos”, “Si yo fuera rico”, “Los químicos son nuestros amigos”, “Nos vemos en Continente”, “No más drogas (más políticos)”, “Más drogas (lo he pensado mejor)”, “Molotov desventado” y, por supuesto, “Quiero ser Bunbury”. Punk-melódico-doméstico-industrial-lsd lo bautizó, el propio Manolo, inmerso en una filosofía de vida cimentada en credos como la anarquía, la ironía, la libertad de expresión más absoluta, la UD Las Palmas o la reivindicación del “talento de los mediocres”.

El caso es que, ahora, varias décadas después, desde su retiro dorado en la Vega Baja alicantina, este inconformista nato ha sorprendido (una vez más) a conocidos y desconocidos, propinando su antepenúltimo golpe de gracia, al recuperar de su hibernación a Huevos Duros y editar un nuevo e inesperado trabajo que, por si todo esto fuera poco, se encuentra en las antípodas de aquella fundacional madre del cordero. ¿Qué perdura de aquellos primitivos Huevos Duros? Por supuesto, la filosofía del DIY, tanto en el diseño, edición y promoción, como en el hecho de seguir tirando del estudio casero para la gestación de la criatura. Eso sí, aupado en los conocimientos atesorados por Manolo en estas tres décadas y, faltaría más, el gran salto tecnológico producido desde entonces.

En cuanto al resto, la banda aparca su punk-melódico-doméstico-industrial-lsd originario para zambullirse en sonidos muchísimo más oscuros, punzantes, oníricos y onanistas, para mayor gloria de una suerte de postrock de calidad, circunspecto y en inglés. Si bien la composición ha corrido a cargo del propio Manolo (y suyas son las programaciones, secuencias, teclados, baterías…), otra de las sugestivas novedades tiene que ver con la incorporación de un nuevo vocalista, Gerard Fletcher (también a cargo de las guitarras), al cual descubrieron el propio Rock y su compañera Teyma (bajos) tocando en las calles de Torrevieja.

La comunión entre ambas partes no pudo resultar más dichosa, ya que Gerard se mece con una comodidad pasmosa en las ambientaciones emanadas por unos temas repletos de exquisito gusto, que hablan sobre ensoñaciones liberadoras, las ansias de acabar con entes opresores (una constante en la trayectoria de la banda, aunque, ahora, abordada desde una mayor sofisticación), la necesidad de resistir, la sanación que supone apoyarse en quien camina fielmente a tu lado, los peligros de la rutina alienante… que generan un ente conceptual de pesimista moraleja final.

Instrumentalmente, este Emotional intelligence está cuidado hasta el detalle. Sus góticos fondos conviven sin problemas con cajas de ritmo, por momentos, repetitivas, pero también con baterías de aire eminentemente rockero (por naturales), como las de “Silent steps”, “Work, home, drink, sleep”, un “You” convertido en uno de los emblemas más pasionalmente recomendables del disco, por lo que de hipnótico y cautivador tiene, y, evidentemente, “Nightmares in my mind”, la pieza instrumental abrumadora que abre el disco. Además, guitarras y bajos se reparten el protagonismo inteligentemente, ora, apabullando al personal (las primeras, por ejemplo, en la propia “You”), ora, ideando fantásticos círculos viciosos (los segundos, en “Rider in my head”).

El balance también es equitativo en aspectos rítmico sensoriales. Así, elementos más profundos y dramáticos como “Between madness and sky”, o industriales como “Into the hole”, se equilibran en su justa medida con otros más bailables como “Life with you” que, incluso, huele a opción alternativa eurovisiva (ese estribillo).

En definitiva, con este retorno, Huevos Duros se deconstruyen para rearmar un estilo definido, tremendamente cautivador, que puede ser digerido, tanto por puretas como por grandes audiencias. Sin duda, Emotional intelligence no es un mero caprichito de Manolo. En él hay mucho trabajo, corazón, coherencia y convencimiento. Créanme, si no fuera así, nuestro protagonista no se hubiera embarcado en tamaña aventura, que el señor Rock nunca ha sido de perder el tiempo, ni de hacérselo perder a los demás

Anterior crítica de disco: Anachronistic d’amour, de J’aime.