LA ESPUMA DE LOS DÍAS

«Sam Moore, de Sam & Dave, sobre Al Jackson Jr: «Te lo digo sin rodeos: podía hacer que la mierda oliera a rosas»
Luis Lapuente recuerda a dos grandes artistas muertos a destiempo, D’Angelo y Al Jackson Jr. El primero asoció su nombre durante años al del percusionista Ahmir Khalib Thompson, más conocido como Questlove. El segundo tocó la batería en los legendarios Booker T. & The MG’s y grabó con decenas de artistas del Olimpo del soul.
Una columna de LUIS LAPUENTE.
Fotos: ROQUAI (Foto DÀngelo) / STAX RECORDS (Al Jackson Jr.). Ambas de Wikipedia.
En 1881, Oscar Wilde escribió en su libro Impresiones de Yanquilandia: «Me llevaron después a un salón de baile, donde vi el único sistema racional de crítica de arte. Encima del piano aparecía impreso el siguiente aviso: “Se ruega al público que no dispare sobre el pianista, que lo hace lo mejor que puede”».
La crítica musical, especialmente la de rock, suele pecar de caprichosa y regirse por códigos insondables para ensalzar la labor del guitarrista, el cantante y/o el teclista de una banda, sin apenas reparar en el resto de los músicos, los que se entretienen con los instrumentos de viento, el bajo o la batería. Estos dos últimos suelen ser los grandes olvidados. Salvo excepciones, como Ringo Starr, Keith Moon, Charlie Watts, Ginger Baker, Bill Bruford, Levon Helm o John Bonham, que se ganaron el reconocimiento público al ser miembros de bandas de postín. Por lo demás, ni Jim Keltner ni Hal Blaine ni Aynsley Dunbar ni Mike Shrieve, por ejemplo, gozan del mismo estatus que sus equivalentes en el jazz, los Max Roach, Elvin Jones, Art Blakey, Gene Krupa, Shelly Manne, Tony Williams o Paul Motian.
Pero no vamos a hablar aquí de rock ni de jazz, sino de dos grandes bateristas de rhythm and blues, dos auténticos gigantes de un género que ha proporcionado al menos otros cinco maestros de las baquetas, el bombo y los platillos: Earl Palmer (un imprescindible del rock and roll y el rhythm and blues primitivos), Bernard Purdie (conocido como «Mississippi Bigfoot», leyenda del soul y el soul jazz, escudero de lujo de Aretha Franklin), Benny Benjamin (de los Funk Brothers, la banda de la casa de Motown), Clyde Stubblefield (que inventó el funk con su trabajo en el clásico “Funky drummer”) y Fred Below (el hombre en la sombra de la explosión del blues eléctrico en Chess Records).
Por supuesto, hay muchos más y cada cual encontrará a faltar su favorito, pero no se enfaden, que esta columna no nació con ánimo de proporcionar carnaza a esas redes sociales cada vez más manipuladas al servicio de siniestros poderes ocultos y de bufones de carne y hueso, bien entrenados para desviar nuestra atención del mal que mueve en la sombra los hilos este mundo.
Pero volvamos al hilo conductor inicial para empezar recordando la figura inmensa de Michael Eugene Archer, D’Angelo (1974-2025), un músico esencial para entender la resurrección del rhythm and blues en el siglo XXI, el último de los gigantes de ese hilo invisible que va de Sam Cooke a Prince, pasando por James Brown, Marvin Gaye, Curtis Mayfield, Jimi Hendrix, Donny Hathaway, Al Green o Sly & The Fanily Stone.
Cuando D’Angelo preparaba la grabación del primero de sus tres álbumes (Brown sugar, 1995) quiso contar con los servicios de Questlove (Filadelfia, 1971), el baterista de The Roots, pero este declinó la oferta: no le interesaba en absoluto la música insulsa y descafeinada que escuchaba en las emisoras de radio negras y pensó que D’Angelo sería uno más de esa larga lista de ridículos imitadores de Luther Vandross, vendidos al lucrativo universo del smooth jazz y el soul de alcoba.
Se equivocó, pero se las apañó para enmendar su error, inseparable de D’Angelo en sus dos siguientes elepés, el glorioso Voodoo (2000) y el combativo y barroco Black messiah (2014), al frente respectivamente de los Soulquarians y The Vanguard, donde militaron músicos de fuste, como el bajista Pino Palladino, el trompetista Roy Hargrove o los guitarristas Charlie Hunter y Jesse Johnson. Questlove es, entre otras cosas, productor de musicales, discos y películas (por ejemplo, los documentales Summer of soul y Sly lives!), además de escritor e historiador musical, ocupaciones que compatibiliza con su trabajo junto a The Roots como orquesta del programa de Jimmy Fallon en la cadena televisiva NBC.
El metrónomo humano
La historia de Al Jackson Jr., conocido como el «metrónomo humano», fue, en más de un sentido paralela en intensidad y brillantez a la de Questlove, aunque tuvo un final trágico. Nacido en Memphis el 27 de noviembre de 1935, su padre era líder de una banda de swing de la ciudad, una de esas que tocaba en los locales de Beale Street, la calle del vicio.
En 1950, aun adolescente, se unió como baterista a la orquesta de baile de Willie Mitchell, el futuro productor y vicepresidente de Hi Records, donde grabaría sus mayores éxitos Al Green. Willie Mitchell dijo de él: «Al Jackson Jr. podía tocar como Gene Krupa y todos los mejores del jazz. Ya leía partituras cuando tenía 12 años. Tenía que hacerlo, porque la banda de su padre tenía tres trompetas, dos trombones y cuatro saxofones, y cuando ellos tocaban, más le valía hacerlo igual de bien ellos».
Jackson conoció en la orquesta de Willie Mitchell a un joven pianista llamado Booker T. Jones: «Cuando empecé a tocar con él en la banda de Mitchell, Al Jackson te golpeaba en la cabeza con su baqueta si fallabas una corchea o una semicorchea. Se levantaba y te insultaba. Al Jackson siempre estaba detrás de mí en el escenario, así que lo importante para mí era mantener el ritmo para que no me golpeara… eso es un buen incentivo para un chico de catorce años».
El caso es que se hicieron grandes amigos y, un día, Booker T. le propuso que se fuera con él a la compañía Stax, como baterista de su banda, la orquesta de la casa de la nueva discográfica. Le costó convencerle porque Jackson prefería asegurarse un sueldo semanal tocando en los clubes de Memphis, y solo aceptó cuando en Stax le garantizaron una paga semanal fija, y, además, le permitieron compatibilizar su trabajo con los bolos que pudieran salirle con Willie Mitchell.
El mes de junio de 1962, en su primera sesión de grabación en los estudios de Stax, Al Jackson y Booker T. se juntaron con el guitarrista Steve Cropper y el bajista Lewis Steinberg, ambos blancos, y grabaron una pieza instrumental que marcó el comienzo de la edad de oro del soul. La titularon “Green onions” y fue el santo y seña de los legendarios Booker T. & The MG’s.
Pero, además de componer y grabar con Booker T., Donald «Duck» Dunn y Steve Cropper, Al Jackson se las apañó para escribir o coescribir canciones inmortales para gigantes como Albert King (“The hunter”), Ann Peebles (“(I feel like) Breaking up somebody home”) o su amigo Al Green (“Let’s stay together”, “I’m still in love with you”, “You ought to be with me”, “Call me”).
Tras el lanzamiento de su álbum Melting pot en 1971, Booker T. & The MG’s se separaron, poniendo fin a una época mágica en Stax. Al Jackson Jr. se convirtió entonces en músico de sesión y tocó con muchos de los nombres más importantes de la industria, entre ellos, Aretha Franklin, Delaney & Bonnie, Rod Stewart, Tina Turner, Jerry Lee Lewis, Donny Hathaway, Elvis Presley, Eric Clapton o Bill Withers.
En septiembre de 1975, cuatro años después de su separación, y ya con Stax fuera de combate, Steve Cropper, Duck Dunn, Booker T. Jones y Al Jackson, Jr. se reunieron para plantear su reaparición bajo el nombre de Booker T. Jones and the Memphis Group. No pudo ser: nueve días más tarde, Al Jackson Jr. fue asesinado en su domicilio de Memphis, a la edad de 39 años.
En 2015, el diario británico The Guardian, basándose en un artículo de la web Rock’s Backpages, reconstruyó lo que se sabe acerca de aquel terrible homicidio en un extenso artículo, que arrancaba con los hechos acaecidos unos meses antes, el 31 de julio del 75, cuando Al Jackson recibió un disparo en el pecho durante una pelea con su esposa, Barbara Jackson. Al parecer, ambos mantenían relaciones extramaritales y habían planeado divorciarse.
El 28 de agosto, un juez del tribunal municipal de Memphis desestimó los cargos de agresión con intención de matar contra Barbara Jackson, afirmando que las acciones de su marido antes del tiroteo «podrían haber llevado a la señora Jackson a sentir que estaba en peligro». Jackson declaró que había disparado al suelo con una pistola del calibre 38, y afirmó que quería matar a su esposa después de que ella le tirotease, pero que no fue capaz de hacerlo. Tras este incidente, Al y Barbara siguieron residiendo unos días en la misma casa, en dormitorios separados. Harto de la situación, Jackson alquiló un apartamento en la zona este de Memphis, donde tenía previsto mudarse la primera semana de octubre.
El 1 octubre 1975, a las doce y cuarto de la noche, el sargento de policía J.S. Massey pasó por delante del domicilio de los Jackson, camino de su trabajo, y encontró a Barbara Jackson en la acera, gritando y llorando, con las manos atadas a la espalda. Massey entró corriendo en la casa y vio a Al Jackson Jr. tendido en el suelo del salón, con cinco disparos mortales en la espalda. Barbara declaró que alguien había entrado a robar a su casa y había matado a su marido.
La escena del crimen no concordaba con sus declaraciones y las sospechas iniciales recayeron en la propia Barbara y en su novio, un policía negro de Memphis, cuyo nombre nunca se reveló. Este último fue acusado de ser el posible autor material del asesinato del baterista, porque algunos transeúntes vieron su coche en la entrada de la casa de los Jackson. Pero todos los cargos fueron retirados el 29 de noviembre de 1975, tras superar el policía la prueba del polígrafo. Otros testigos situaron en la zona la noche de autos a Barbara Jackson, a su novio anónimo, a la cantante de soul y blues Denise LaSalle (amiga íntima de Barbara) y a su novio Nate Doyle, un fugitivo violento que figuraba en la lista de los más buscados del FBI por robo a mano armada.
Pero Doyle murió meses después en un tiroteo policial en Seattle, así que ya no puede arrojar luz sobre aquel terrible suceso. Tampoco pueden hacerlo Denise LaSalle, fallecida en 2018, ni el misterioso policía sin nombre, entonces novio de Barbara. Cualquier posible respuesta al atentado mortal que conmocionó a la ciudad de Memphis y enmarcó el definitivo declive de Stax Records, permanece guardada bajo llave en algún archivo de la sección de homicidios de la comisaría situada en el 201 de Poplar Avenue, en el centro de Memphis.
Gracias a los réditos de sus composiciones, grabaciones y conciertos, Al Jackson Jr. había comprado una gasolinera en el sur de Memphis e invertido en la industria del petróleo. Como recordaba su amigo y compañero Booker T. Jones: «Al nunca dejó de cuidar la estación de servicio, porque no confiaba en el negocio discográfico. Cuando estábamos de gira, ¡él llamaba todos los días a la gasolinera para ver cómo marchaba su empresa!». De hecho, los bienes personales de Jackson en el momento de su muerte estaban valorados en más de 214.000 dólares, además de los 144.000 dólares de ingresos anuales procedentes de los pozos de petróleo y los aproximadamente 1.600 dólares anuales de derechos de autor por sus canciones.
Cincuenta años después, lo único que queda de la existencia de Al Jackson Jr. son sus grabaciones. Y, aunque cueste creerlo, Barbara Jackson vivió durante casi toda su vida en el 3885 de Central Avenue, en Memphis, en la casa donde asesinaron a su marido. Aunque es difícil seguir su rastro en internet, aunque algunas fuentes apuntan a que falleció el año pasado en Austin, Texas.
Sam Moore, de Sam & Dave, en cuyos memorables discos tocó la batería Al Jackson Jr., se refirió a él con palabras contundentes: «Te lo digo sin rodeos: podía hacer que la mierda oliera a rosas».
Más comedidos, pero igualmente rotundos, fueron en The Guardian: «Los restos de Al Jackson Jr. están enterrados en el cementerio New Park, al sur de Memphis, y es posible que el misterio de su asesinato nunca se resuelva. Pero nada ni nadie, ni siquiera cinco balas en la espalda, pueden silenciar su inmenso legado musical».
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Anterior entrega de La espuma de los días: Los tres días del cóndor.
