Skip to content

«Esta será la última gira de Lagartija Nick en mucho tiempo»

«Cuando salgo al escenario, entro en un estado de concentración. Se trata de no pensar y arrojarte en cuerpo y alma. Y eso tiene un desgaste tremendo»

 

A propósito de la publicación de Eternamente en vivo, el álbum en directo de Lagartija Nick, Antonio Arias charla con Eduardo Tébar sobre los detalles del mismo y de la gira en la que se embarcan estos próximos meses.

 

Texto: EDUARDO TÉBAR.
Foto: ANTONIO OLMEDO.

 

Recién llegado de Tánger, Antonio Arias empieza a tocar el guembri en el salón de su casa en Granada. El líder de Lagartija Nick acaba de cumplir 60 años y su obsesión es aprender. Este misterioso instrumento de tres cuerdas tan parecido y, a la vez, tan remoto del bajo que siempre se cuelga mientras lleva la voz cantante en su banda, le conecta con la pureza de la música gnawa. En este punto se halla el cabecilla del grupo que —con Eric Jiménez a la batería, Juan Codorníu a la guitarra y J.J. Machuca a los teclados— ahora resume treinta y cinco años de carrera en el disco en directo Eternamente en vivo (Montgrí, 2025). Grabado en el Teatro CajaGranada el pasado 26 de abril, se trata de un ejercicio refrescante que, a la vez, pone en orden sus múltiples mutaciones sonoras. Y, a tenor de la confesión de Arias en esta charla, quién sabe si hablamos del testamento de una de las anomalías más excitantes que ha dado el rock en España.

 

¿Cómo te oyes en un disco en directo, y más en uno como este, en el que no se ha recurrido a la cosmética?
Creo que es la manera más real de oírse a uno mismo. Este disco surge de la sorpresa y el reconocimiento con la gira del trabajo sobre Buñuel. Grabamos con César Martínez Herrada todos los conciertos, también en vídeo, para el documental Generación Lagartija. Nos quedamos sorprendidos de lo bien que sonaba el grupo en directo. Aunque hubiera algunos fallos, sonaba muy convincente. Eso nos envalentonó bastante. El directo ha sido donde mejor reflejamos las canciones casi siempre. Para la película no se retocó nada, tampoco teníamos tiempo. En este caso, igual. Sabíamos que iba a reflejar una parte muy importante del grupo. Está la madurez, la voz mejor colocada, la manera en que arreglamos las canciones… Y, sobre todo, la sorpresa que tuvimos nosotros mismos al oírnos en directo. La gira del año pasado nos forzó a mirar sobre nosotros mismos y ensayar repertorio de todas las épocas. Y llegó esta experiencia: repasar nuestro material de forma más gozosa.

Lleváis prácticamente una década encadenando proyectos muy conceptuales. A fondo con el legado de tu hermano Jesús, la poesía de Buñuel… ¿Resulta liberador abrir el fondo de armario?
Por supuesto. La manera con la que conseguimos justificar nuestra unión eran proyectos que nos desafiasen y cambiasen nuestra forma de hacer música. Los cielos cabizbajos fue algo muy importante. Buñuel también. Nos exigieron un cambio, una transformación. La gira por el treinta y cinco aniversario nos sirvió para sacudirnos de toda esa presión de presentar espectáculos nuevos, con una idea y unos visuales, y dar rienda suelta al hecho de mirar con ojos nuevos todo el repertorio. Fue divertido hacer el resumen de los treinta y cinco años en una gira. Quizá, lo más lógico para un disco en directo hubiera sido ir grabando la gira por ciudades como Madrid, rematando en Granada. Pero queríamos captar toda esa concentración y energía de una noche, así que decidimos hacerlo en Granada. Y, al final, grabamos dos noches seguidas, aunque la que quedó para el disco es la del sábado 26 de abril. De esta manera, nos pillaba más rodados. Me encanta la idea de esos discos que quedan para la historia, como Sam Cooke y su Live at The Harlem Square Club, 1963. Eso tiene mucho encanto. Luego te das cuenta de que esos discos son los más vivos entre los discos en directo. O este que tengo por aquí de los Doors, el Absolutely live, de 1970, que trae “The celebration of The Lizard”. Nosotros nos propusimos grabarlo en un día, no retocarlo en absoluto y que José Sánchez se viera libre de mezclar, porque lo que hay es lo que somos.

Eternamente en vivo suena tan bien que cualquiera podría sospechar que habéis metido el bisturí, como se ha hecho en ciertos discos del rock español.
Nos lo ha dicho mucha gente, y no, para nada. Bueno, confieso que me equivoqué en una frase de “Estratosfera” y hemos usado la toma de la grabación de la noche anterior. Eso es todo.

Hay quien considera los álbumes en directo trabajos menores. Pero en algunos casos, como el de Dr. Feelgood, se trata del disco canónico.
Es lo que hablábamos de Sam Cooke, que no es lo mismo en un disco que en un club de Harlem. Hay álbumes en directo que completan el sentido de la trayectoria de muchos grupos. Nos reposiciona y nos unifica en un solo trabajo. Y, sí, está el caso de Dr. Feelgood. O referencias como Love you live, de los Rolling Stones, que mostraba detalles nuevos en esas canciones. En los casos más significativos es una luz más que una sombra

En perspectiva, se entiende tu huida del academicismo de 091 para montar Lagartija Nick. La cosa promete en ese momento: tú vienes de una escuela de rock melódico y Eric trae el punk de KGB.
Con 091 forcé el gesto a la hora de irme. Me trataban muy bien y aprendía muchísimo, pero había una llamada de urgencia. Había que empezar algo ya. Este verano, en un campamento de rock, les decía a los chavales lo de intentar evitar entrar en un grupo molón, porque se está tan bien que te acostumbras muy rápido a lo bueno. Lagartija Nick representa justo lo contrario. Quedarnos sin dinero al empezar. Hacer el camino enfrentándonos a todo lo que nos teníamos que enfrentar. La energía que se crea cuando te juntas con varios colegas es algo único. Luego sales y está todo inventado, pero lo que no está inventado es como tú lo haces.

Lagartija Nick ha tenido varias formaciones. Aquí estáis los fundacionales, sin M.A.R. (Miguel Ángel Rodríguez) Pareja a la guitarra y con la notable aportación de J.J. Machuca a los teclados.
Machuca tiene una intuición tremenda. Aquí no está la muralla de las dos guitarras. Es un sonido más limpio, más claro, más entendible. Esa claridad creo que le da más expresión a las canciones. M.A.R. Pareja no ha podido estar por cuestión de tiempo. Eso se nota a la corta, a la media y a la larga en este disco, en el que nos redefinimos. Por ejemplo, también me gusta mucho un directo de la época con Víctor Lapido como guitarrista, en Los conciertos de Radio 3. Ahí el peso estaba cargado en menos columnas, lo cual es agotador, pero es una conjunción muy interesante.

¿Qué canciones has redescubierto aquí?
Sobre todo “El signo de los tiempos” y “Fulcanelli”. “El signo de los tiempos” quedó fuera de Su porque la letra no estaba terminada. Entró en El shock de Leia, donde abundaban las canciones. No sé por qué metí tantas. Y “Fulcanelli”, por respirar un poco en el disco. Quedó muy bien.

En “Fulcanelli” desaparece esa parte planetera que en 2004 le daban J y Florent.
J.J. Machuca se la ha llevado hacia Pink Floyd. El germen de esa canción está en una maqueta que grabé en 1982 con un cuatro pistas. En las cuevas, en los tiempos de 091.

«Para volver a componer tengo que basarme en el blues. Buscando raíces y alas, que diría Juan Ramón Jiménez»

 

La letra de “El signo de los tiempos” reza: «Algún día tu país se llamará Microsoft. Invadirá Nippon Soda, lo venderá Motorola». No iba mal tirado aquello, que publicasteis en 2007, año del lanzamiento del primer iPhone.
En aquel momento podías observar la tecnología y meterte con ella. Hoy en día, intentar descifrar los misterios de la tecnología es otro cantar. Gran parte de la letra la hizo mi hermano Jesús, que era el visionario. Hace un rato hablábamos de la inteligencia artificial, lo buena y lo terrorífica que es a la vez. El otro día, en la furgoneta, le pedimos a ChatGPT que compusiera una canción de música gnawa al estilo Antonio Arias. ¡Y lo hizo! Sacó una canción llamada “Luz fósil”. Es increíble lo que puede hacer contigo mismo. No sabes si meterte bajo tierra o salir de manera temeraria a jugar con eso. Yo sigo buscando la resonancia del planeta Tierra.

Abrís Eternamente en vivo con “Lo imprevisto”, que en 2004 marcó un renacimiento de la banda.
Fue otro disco con canciones de más. Lo que me encanta es que por fin hemos puesto la influencia de “Lo imprevisto”, que nace de una noche en la que salíamos del cuartelillo en un pueblo de Soria. Creo que era Domingo de Ramos, en 1993. Unas niñas, en el restaurante del hotel donde nos alojábamos, estaban cantando lo que se oye en la introducción. Lo he recuperado porque siempre llevaba una grabadora de casete. Les di 5.000 pesetas para que me lo cantaran: «Hoy nos reciben con palmas, con amor y caridad, y las palmas se volvieron odio y mala voluntad». Casi que se resume ahí la carrera de Lagartija. Me parece muy gracioso.

El disco más presente en la selección de canciones es Su, que ahora cumple treinta años.
Sí, hay tres canciones, que podrían ser cuatro contando con “El signo de los tiempos”, que es de esa época. Supongo que hemos potenciado el lado más punk.

Y del Omega, “Niña ahogada en el pozo”.
Mi hermano Jesús siempre la usaba para ensayar, tomando como referencia “Helter skelter”.

En el Teatro CajaGranada impactó mucho “Celeste”, de Val del Omar; además con el punto de la batería de Eric, que no estaba en aquel disco.
Es muy interesante escuchar ahora esas canciones en estas manos. La versión del disco es más flotante. Con Eric mantiene ese flow, pero tiene la contundencia. Eric se suelta como un perro. Cada vez que la tocamos, me acuerdo de la gira de aniversario de Val del Omar en 2010. En el Reina Sofía, Enrique Morente iba a cantar esa canción. Ocurrió justo cuando fue a hacerse las pruebas médicas. No pudo venir. Y fue la primera vez que me atreví a cantar alguna parte creada por Enrique. Para mí es una reivindicación, un ejercicio de posicionarte, de ser valiente. Como siempre en la filosofía de Enrique: las cosas, con atrevimiento. Y es bonito que la gente por España cante un yali. Es efectista, pero también es compartir, sacar el lado flamenco en común. Un yali es una invitación a la fiesta. La canción no se mueve nunca del acorde, que es Re Mayor en el disco y Mi Mayor en directo. En su día, la compañía de Enrique no quería que su voz estuviera ahí. Y Sony me presionaba para que sacáramos el disco. A los meses me llamó Enrique: «Aquí está el papel ese que tanto quieres».

Cerrar el álbum con “Celeste” es hacerlo con el saludo a Morente y a Val del Omar.
Claro, es apelar a esa generación granadina. En realidad, es apelar a casi a un siglo. Siguen viviendo en nosotros, y nuestra responsabilidad siempre ha sido y será reivindicarlos para que la gente los disfrute y pueda crear cosas con eso. Nuestro diálogo con la música y con el público siempre ha sido humanista. Val del Omar quería humanizar a las máquinas.

«Aquí no está la muralla de las dos guitarras. Es un sonido más limpio, más claro, más entendible»

 

Y rescatáis “20 versiones”, donde colaboró Honest John Plain (The Boys) en El shock de Leia. Nadie podía imaginar que moriría poco después de este concierto.
Sí, ¡qué fuerte! Era una maravilla de músico y de persona. En este negocio lleno de gente con carisma, él se te quedaba. Tenía una manera de tocar y de sonar a través del punk, absolutamente interiorizada. Es fronterizo: casi como una guitarra heavy, pero con la expresión y el sinsaber del punk.

Le recuerdo una noche en la antigua sala Sugarpop de Granada, antes de que viera la luz El shock de Leia en 2007.
Honest John Plain metió su guitarra en “20 versiones”. Pero en el disco, para los coros de “Going to Mars”, contamos con la participación del resto de The Boys: Kid Reid, Casino Steel y Matt Dangerfield. Estábamos grabando unas voces de Amaral para algo. Coincidía que tocaban The Boys en Madrid. Cenamos con ellos y al día siguiente se acercaron al estudio para hacer unos coros. El shock de Leia lo grabamos en el estudio de Paul Grau en Motril. No recuerdo con exactitud si la voz de Honest en esa canción la grabamos en Madrid o en Granada. Los coros de The Boys le dan ese toque británico. Fue un reconocimiento a esa gente que tanto despertó en nosotros y que para mí significa casi la última luz de la música inglesa en el mundo.

Antonio, acabas de cumplir —a finales de agosto— 60 años.
Sí, y me ha hecho repensármelo todo. Esta va ser la última gira de Lagartija, al menos en un largo periodo de tiempo.

Esta no la veía venir… Bueno, cuando grabasteis este directo todavía tenías 59. A muchos rockeros con esa edad se les nota el ralentí. Desde luego, no es tu caso.
Es que hay que valorar lo que hacemos. Es un esfuerzo. No por la edad, sino más por la concentración. Cuando salgo al directo, y supongo que a mis compañeros de grupo les pasa igual, entro en un estado de concentración. Se trata de no pensar y arrojarte en cuerpo y alma. Y eso tiene un desgaste tremendo. Cada impacto tiene una descarga eléctrica en nosotros mismos. No nos imagino así durante mucho más tiempo. Esta gira representa un punto gordo. Tengo 60 años. Me tengo que replantear las cosas. Me gusta hacerlo, pero será la última gira de Lagartija en mucho tiempo.

Entiendo que también te apetecerá abrir espacios a otros asuntos.
Exactamente.

J dice que un lanzamiento de Los Planetas conlleva mucha presión. Hay que estar a la altura de la marca y de las expectativas.
Claro. Esto no se puede hacer todos los días. Esto lo estáis viendo porque lo estáis viendo, pero no es tan fácil como juntarnos y hacerlo. Hay que meterse en cuerpo y alma. Es lo que representa este disco de Lagartija: que se le quede a la gente eternamente. Esta fuerza es algo único y hay que vivirlo en el momento.

Últimamente vas mucho a Marruecos. ¿Qué has encontrado allí?
Dejar que la música se presente y ver los propios descubrimientos con una gran luz. Ese camino me interesa, ese viaje. Para volver a componer, lo tengo claro, tengo que basarme en el blues. Buscando raíces y alas, que diría Juan Ramón Jiménez. La música gnawa conlleva cuidar tu cuerpo. Allí hay curanderos. El sistema de salud del rock and roll es absolutamente lesivo. La dieta, por ejemplo, es fatal. ¿Quieres aguantar en el bar todas las noches? Hay noches interesantes, incluso salen discos enteros de ellas, pero hay que crear un sistema de salud. Mi sistema de salud está asociado a la música, así que tengo que hacer música que me cure. El rock nos ha conducido siempre con velocidad y estrés, llevándose todo lo que quería de nuestra mente. Ahora el cuerpo necesita un poco de tratamiento.