EL RITMO DE LA SEMANA

«Un guantazo propiciado por unos monstruos —estos sí que son monstruos de verdad— de las ventas, de la suscripción y de la economía y la sociología modernas»
Sobre las nuevas estrategias de mercado en la música y el cine, frente a los referentes y las prioridades de un pasado no tan lejano, reflexiona Sara Morales en su columna de los lunes, El ritmo de la semana.
Una sección de SARA MORALES.
El marketing y las dinámicas de mercado hace ya tiempo que se nos fueron de las manos, pero, últimamente, se han ido tanto que andan rozando el absurdo. Mientras el mundo se rinde ante el nuevo monstruo de Rosalía y las gentes de a pie enloquecen con su Lux, las tiendas de discos andan pasándolas putas porque no les llegan ejemplares suficientes para vender lo que, claramente, ha nacido para ello.
Los pequeños comercios han mostrado su indignación porque, al parecer, la distribución del disco del año (llamémosle así ya) está siendo escasa y, aunque el sello en cuestión ha prometido ampliar la disponibilidad lo antes posible, lo cierto es que el boom inicial, el arrebato del momento y la magia de la primicia ha quedado algo descafeinada por esta parte. ¿Estrategia comercial? ¿Táctica publicitaria? ¿Artimaña psicológica para acrecentar la necesidad ante el objeto mismo y derivar la demanda hacia otros lares? Pues no sabemos, pero, posiblemente.
Lo mismo que el Frankenstein de Guillermo del Toro. Otro monstruo que anda agonizando ya en los cines a apenas unas semanas de su estreno y que, mientras podría estar animando al respetable a pisar las salas hasta final de año, ha sido engullido y acaparado por el gigante de las plataformas, y ya… pa’ qué moverse.
Y no entro en lo que suscita en mí Rosalía que, en realidad, ni me gusta demasiado ni me disgusta tanto, entendiendo, en todo momento, su transgresión y su dominio de los lenguajes de todo tipo. Tampoco entro en las estratagemas del nuevo séptimo arte, aunque hiere que prefiera abonados a personas en butacas.
Pero lo que está claro es que, ambos casos, son un guantazo tremendo a lo tradicional, a lo analógico, a lo de siempre, a eso que sigue emocionándonos y situándonos en la realidad durante un momento, como puede ser pinchar un disco nuevo o ir una tarde al cine. Un guantazo propiciado por unos monstruos —estos sí que son monstruos de verdad— de las ventas, de la suscripción y de la economía y la sociología modernas. Unos monstruos que no son personas, no es Rosalía, ni es del Toro; son entes empresariales que, curiosamente, en su titánica visión ganadora de la vida tiran y beben de ese imaginario pretérito que se dedican a asfixiar. Ni Frankenstein ni la simbología católica nacieron ayer.
Llegados a este punto, no queda más que agarrarse a otro tipo de monstruos, que los hay. Y son de esos que gustan, de esos que no se olvidan… Porque estos días, mientras la industria musical y cinematográfica continúan colapsando, se cumplen veintiséis años de la marcha de Enrique Urquijo y setenta del debut de Bo Diddley en la televisión, con aquella mítica actuación en el programa de Ed Sullivan. Y veremos a Björk, precisamente, cumplir sesenta años; y al White album de los Beatles y al The Village Green de los Kinks cumplir cincuenta y siete. Y volverá a sonar “(Sittin’ on) The dock of the bay”, de Otis Redding. Y la semana terminará con el Día Mundial de la Filosofía. Perfecto: pensemos…
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Anterior entrega de “El ritmo de la semana”: 50 años de los caballos libertarios de Patti Smith.

