DISCOS
«Nunca Biolay ha cantado con tanta naturalidad (…). Sigue teniendo un tino único con las melodías, perfectamente compuestas y arregladas»

Benjamin Biolay
Le disque bleu
VIRGIN, 2025
Texto: XAVIER VALIÑO.
Hay en el undécimo álbum de Benjamin Biolay mucho a lo que prestar atención. Son veinticuatro canciones en dos discos complementarios, pero que también se pueden degustar y entender independientemente, y no se trata de su primer álbum doble: ahí está La superbe (2010). Si aquel se constituía tal vez en el mayor hito de su discografía —aunque otros discos le pueden hacer sombra sin problema—, Le disque bleu llega ahora para retarlo en el trono, recogiendo la dualidad de un Biolay que vive entre su Francia natal y Argentina, donde tiene una hija y pasa parte del año.
El primer disco, subtitulado Residentes, y centrado en historias basadas en el lugar del que procede, puede recordar en parte a trabajos anteriores como Grand prix (2020) o Saint-Clair (2020), con guitarras eléctricas, el siempre fiel Pierre Jaconelli al lado y arreglos suntuosos. Bascula entre las canciones pop perfectas como “Pauline partout, Justine nulle part”, “Mont pays” o “Juste avant de tomber” y las baladas como “15 octobre” u “Oh la guitare”, un hermoso homenaje al instrumento: «Oh la guitarra / En su garganta está mi corazón encerrado / Yo, que no fui más que un perro bastardo / He vivido solo de sollozos…».
El segundo disco, Visitantes, habla de las vidas en otros lugares, convertido en nueva epifanía sudamericana. Más que Argentina, es Brasil el país que marca este trabajo. Grabado en buena parte en Rio de Janeiro, aquí predominan las guitarras clásicas y el espíritu de la bossa en canciones como “Mauvais garçon” o “Mes souvenirs”, trabajando en armonía con el espíritu del lugar y sin caer nunca en el cliché. En él, Biolay muestra su talento multiplicando acordes menores, melodías agridulces y la saudade perfecta, como si se tratase de un Nat King Cole originario de alguna localidad francesa tocado con una voz elegantemente cansada.
Por sus surcos deja caer, además, referencias a Gainsbourg, como en “Morpheus tequila” o, más claramente, en “Mes souvenirs”: «El álbum Melody Nelson a todo volumen / Entre las 38 toneladas / En un tramo de autopista sin límite de velocidad». También a Brassens en “Chez Georges” o “Les passantes”, la única versión del disco, así como a Charles Trenet, a quien ya le había dedicado un álbum y a quien evoca aquí en la melancolía de “Testament”.
Nunca Biolay ha cantado con tanta naturalidad, casi evocando a Cohen en las notas graves, jugando con las imperfecciones como si fueran su sello personal. Al mismo tiempo, sigue teniendo un tino único con las melodías, perfectamente compuestas y arregladas, revestidas con esos textos elegantes y audaces ya habituales. Y lo mejor es que no tiene visos de haberse agotado en este enorme trabajo.
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Anterior crítica de disco: 50town, de Rubén Pozo.

