LA ESPUMA DE LOS DÍAS

Brian Eno: «Al principio, encontraba que la música experimental contemporánea era demasiado intelectual e ignoraba la posibilidad de apelar a los sentidos, mientras que el rock iba en la dirección opuesta».
Luis Lapuente, en su columna mensual “La espuma de los días”, se refugia en la música y sus afluentes, antes de despedir un año marcado por el “trumpismo”, la IA y la ideología woke.
Una columna de LUIS LAPUENTE.
Fotos: Thomas Andersen (foto Steve Cropper), How We Get To Next (foto Brian Eno), Maccosta (foto Paul Weller). WIKIPEDIA.
Porque 2025 ha sido, no lo olvidemos, el año en que fallecieron muchos de nuestros artistas favoritos: Garth Hudson (el último mohicano de The Band), Roberta Flack, D’Angelo, Ozzy Ousborne, Bobby Whitlock, Eddie Palmieri, Flaco Jimenez, Lalo Schifrin, Roy Ayers, Angie Stone, Max Romeo, Chris Jasper, David Johansen, Marianne Faithfull, Paquita la del Barrio, Sam Moore, Peter Yarrow, Brenton Wood, Leo Dan, Manolo de la Calva, Jack DeJohnette, Hermeto Pascoal, Diane Keaton, Robert Redford, Jorge Ilegal, Robe… Y, claro, Sly Stone. Y, por supuesto, Brian Wilson. Y, ay, también a última hora, Steve Cropper, en cuya memoria titulamos esta columna.
Aquí, mientras, seguimos reivindicando especialmente, y por distintas razones, a Brian Eno, a Paul Weller y a Mavis Staples, cuyo primer álbum como solista en Stax (Mavis Staples, 1969) produjo precisamente Steve Cropper. Y, con una siempre joven Mavis, apostamos por la pujanza del nuevo góspel. Y, por supuesto, por los tres acordes y los doce compases de la maravillosa “Green onions”, las cebolletas del soul sureño.
Empezamos por un Brian Eno más de actualidad que nunca, capaz de empezar el año publicando varios singles en su sello Opal Records y de terminarlo con tres álbumes distintos y complementarios (Lateral, Luminal y Liminal), firmados con la artista multimedia Beatie Wolfe. Un Brian Eno que recientemente afirmaba en una entrevista al diario El Mundo que «la inteligencia artificial es aburrida, es como una muñeca hinchable. No se parece nada a una mujer, pero a algunos les vale para masturbarse». La clave para disfrutar una vida larga, según él, es cantar. Cantar, dice Eno, también te proporcionará «una buena figura, un temperamento estable, mayor inteligencia, nuevos amigos, una gran confianza en ti mismo, un mayor atractivo sexual y un mejor sentido del humor».
Hace cincuenta años, Brian Eno inventó el ambient con su elepé Discreet music, que originó la aclamada serie Obscure Records, los diez discos oscuros reeditados en una bonita (y nada barata) caja en 2023. En 1975, las herramientas eran más limitadas que ahora, y Brian Eno utilizó sintetizadores y retardos de cinta para crear una forma de sistema generativo para su música, algo que probablemente aprendió del compositor Terry Riley.
La canción principal, que dio título al álbum, dura poco más de treinta minutos, dos frases cortas, con ecos y variaciones del tema, que se combinan de innumerables maneras. En algún sitio he leído que puede que suene un poco aburrido para los no iniciados, pero para alguien que escucha mucha música, su efecto es reconfortante, casi como un oasis transparente, un delicioso enjuague que te limpia el paladar sonoro.
Las tres canciones siguientes (que ocupaban la cara B del vinilo original) son variaciones del ahora archiconocido Canon en re mayor de Pachelbel, que se ha utilizado tantas veces como inspiración en el pop (desde los Pop Tops de “Oh, Lord, why Lord” hasta los Pet Shop Boys de “Go west”, pasando por Aphrodite’s Child y su “Rain and tears”, Rodrigo y su “Cuarto menguante” o The Farm y su “All together now. Las piezas son interpretadas por un pequeño conjunto en el que cada miembro toca fragmentos separados y variaciones de tempo o, más precisamente, grados variables de cambio de tempo.
«En medio del torbellino que es mi vida cotidiana, tengo un ritual al final del día que nunca me ha fallado: una taza de té caliente, un buen libro y un poco de música agradable. Hay muchos que piensan que la música debe escucharse conscientemente, con plena atención en todo momento. Pero hay música buena que, en realidad, está pensada para ser ruido de fondo». También ha dicho esto Brian Eno, y uno no puede estar más de acuerdo, por más que parezca un desprecio al esfuerzo que, según Tom Waits, tiene que hacer para componer: «Es algo entre el síndrome de Tourette y el nacimiento de un forúnculo, como si brotaran de ti». Aunque finalmente, el propio Waits remacha que «la mayoría de las canciones tienen unos comienzos muy humildes».
¿Tom Waits y Brian Eno? Ah, es que los dos pueden afirmar que «La sangre de Jesús nunca me ha fallado» … Esa canción mágica de Gavin Bryars, “Jesus blood never failed me yet”, inmortalizada por Tom Waits en 1993, fue, dieciocho años antes, uno de los pináculos de la serie Obscure Records. Gavin Bryars cuenta que se la escuchó (y grabó en un magnetofón portátil), en 1971, a un vagabundo en una calle londinense y, a partir de esa voz cavernosa repetida en bucle, construyó el tema que ocuparía la cara B del primer volumen (The sinking of the Titanic) de la colección dirigida por Brian Eno.
En cierto modo, el tema es una remodelación del clásico góspel de Blind Willie Johnson “I know his blood can make me whole”, en la que el bluesman repite como una letanía: «Sé que su sangre puede sanarme. Acabo de tocar el dobladillo de su vestido, deja que tenga su sangre, sangre de Jesús. Yo era un jugador como tú. Estaba enfermo y no podía mejorar, pero acabo de tocar el dobladillo de su vestido y sé que su sangre puede sanarme».
La conexión muy personal del góspel con el blues y el ambient y el pop, que Brian Eno describió en las notas de contraportada de su Discreet music (el tercer volumen de la serie Obscure): «En enero del 75 tuve un accidente. Un taxi me atropelló. No estaba seriamente herido, pero me encontré confinado en cama en una posición rígida y estática. Un día vino a verme mi amiga Judy Nylon y me trajo un disco de música de arpa del siglo XVIII. Después de que se marchase y con bastante dificultad puse el elepé. Cuando ya estaba acostado otra vez, me di cuenta de que el volumen era extremadamente bajo y que uno de los canales del estéreo no funcionaba. Como no tenía la energía suficiente para levantarme y arreglarlo, la música me resultaba casi inaudible. Estaba acostado en una semipenumbra y entonces empecé a escuchar ese disco como nunca antes había escuchado música alguna. Fue una experiencia muy hermosa.
Tenía la sensación de escuchar icebergs. No podía oír más que ocasionalmente los fragmentos más fuertes de la música. Solo percibía pequeñas ráfagas de notas que me llegaban por encima del ruido de la lluvia de fuera y, enseguida, volvían a marcharse a la deriva, así que empecé a reflexionar sobre la música como ambiente.
Entonces me di cuenta de que el muzak en la música ambiental era una idea muy interesante y no un montón de mierda, como la mayor parte de la gente supone. El resultado de aquella idea es que decidí tomarme más en serio la música experimental. Al principio, encontraba que la música experimental contemporánea era demasiado intelectual e ignoraba la posibilidad de apelar a los sentidos, mientras que el rock iba en la dirección opuesta.
De este modo, imaginé algo que se situase entre las dos cosas. Algo que fuera extremadamente bello, pero no empalagoso, de modo que se pudiese abordar a diferentes niveles, escuchándolo con atención o dejándolo como un sonido de fondo. Lo único que conocía parecido a esa idea era de The sinking of the Titanic, de Gavin Bryars, y por eso fue el primer disco editado en Obscure Records. Poco después, en mayo del 75, hice Discreet music, que para mí cristaliza ese nuevo estilo».
Una idea revolucionaria en un año en que la mayor parte de los devotos del rock se pasaban el día llevando los decibelios de sus amplificadores al límite con el Born to run de Bruce Springsteen.
Cinco décadas más tarde, la espuma de los días nos devuelve la fascinación por aquellos diez volúmenes producidos por Brian Eno, y nos anima a dejar constancia de los discos, los libros y otros artefactos que nos sedujeron en 2025, con dos álbumes extraordinarios de Paul Weller (uno suyo cantando versiones de temas ajenos y otro en el que ejerce de compilador y redactor del libreto) y otros tantos de gran música góspel, un género que vive desde hace años un prodigioso resurgimiento.
Por cierto, nada tiene que ver ese góspel que sale de las tripas con un supuesto (y falso) renacimiento de no se sabe qué nueva religiosidad, hiperbolizado, entre otros, en las reacciones al nuevo trabajo de Rosalía, un disco pretencioso, interpretado en idiomas que apenas nadie sabe pronunciar, trufado de dogmas de andar por casa, incensarios, mística trasnochada y olor a sacristía posmoderna. No le hacía falta vestirse de monja de clausura galáctica ni subirse a ningún púlpito para demostrar lo bien que canta, aunque quizá sí para reventar Spotify.
Por cierto, si no encuentran su disco en esta lista es porque aquí preferimos de calle los tres acordes de “Green onions” a los (también) tres acordes de “Berghain” o a cualquiera de los otros temas del elepé (Lux) de la cantautora (antes, cantaora) de Sant Esteve Sesrovires, y de paso nos evitamos el trago de soportar la grandilocuencia vacía de nuestra escasamente apreciada (seamos condescendientes) Björk con la Orquesta Sinfónica de Londres.
Justo lo contrario del estilo acuñado por Steve Cropper, resumido en pocas palabras, como a él le gustaba:
–Menos es más. Tocar menos notas puede crear un mayor impacto.
–Ponte al servicio de la canción. El ego nunca debe eclipsar a la música.
–Da prioridad al sentimiento. La brillantez técnica significa poco si no transmites ritmo y emoción.
–Deja espacio. El silencio y la moderación pueden ser tan poderosos como el sonido.
Y antes de pasar a nuestros favoritos, queremos desearles que tengan un buen año 2026. No se enfaden si están en completo desacuerdo con este opúsculo, que solo es un divertimento. Recuerden, eso sí, lo que escribió C.S. Lewis: «Vivimos en tierras de penumbra, pero hay luz en la oscuridad».
Favoritos de La espuma de los Días en 2025
Discos internacionales
Annie and The Caldwells – Can’t lose my soul
Paul Weller – Find El Dorado
Mavis Staples – Sad and beautiful
Robert Finley – Hallelujah! Don’t let the Devil fool ya
Jonathan Richman – Only frozen sky anyway
Marshall Allen’s Ghost Horizons – Live in Philadelphia
Cymande – Renascence
Galactic and Irma Thomas – Audience with the Queen
Benjamin Biolay – Le disque bleu
Mulatu Astatke – Mulatu plays Mulatu
William Tyler – Time indefinite
Tedeschi Trucks Band and Leon Russell – Mad dogs and Englishmen revisited Live at LOCKN’
Max Richter – Sleep circle
Boz Scaggs – Detour
Van Morrison – Remembering now
Antologías internacionales
Clifton Chenier – King of Louisiana blues and zydeco
Paul Weller/Varios – That sweet sweet music
David Bowie – I can’t give everything away (2002-2016)
Pete Townshend – The studio albums
Varios – Soul Jazz Records presents Jackie Mittoo reggae magic
Laura Nyro – Hear my song: the collection 1966-1995
Link Wray – Early recordings
Bob Dylan – Bootleg Series Vol. 18: Through the open window, 1956-1963
Varios – Chiswick Records 1975-1982
Nina Simone – Let it all out – Selected singles 1961-1978
Reediciones internacionales
Prince – Around the world in a day
Frank Sinatra – In the wee small hours
Lonnie Liston Smith – Expansions
Wilco – A ghost is born (deluxe edition)
Roy Ayers – Coffy
Neil Young – Tonight’s the night 50th anniversary
Sufjan Stevens – Carrie and Lowell
Jethro Tull – Living in the past
Gil Scott Heron – The revolution will not be televised
Bruce Springsteen – Nebraska’82 expanded edition
Discos nacionales
Teddy Bautista – Ciclos 5.0
Ramón Godes – Ramón Godes y las guitarras de Alejandro Royo
Astrid Jones & The Blue Flaps – Shine
Los Estanques y El Canijo de Jerez – Lágrimas de plomo fundido
Fernando Rubio – Luzzy
Reediciones y antologías nacionales
Sisa – Qualsevol nit pot sortir el sol
Maria del Mar Bonet – A L’Olympia
Ariel Rot – En vivo, mucho mejor
4. Malcolm Scarpa – The road of life alone. 30º aniversario 1995-2025
5. Catálogo de Madmua Records
Libros pop
Ricardo Aguilera – 50 canciones para entender el siglo XX
Bob Stanley – Let’s do it: el nacimiento de la música pop
Julio Valdeón – Autorruta del sur
Haruki Murakami – Retratos de jazz
Miguel López – La música viaja en tren
Marcelo Gobello – Nigromantes, fareros y jardines abandonados: una introducción a Peter Hamill y Van Der Graaf Generator
José Nieto y Vicente J. Ruiz Antón – Ocultos en la sombra: Un estudio sobre los músicos de sesión en España desde 1960 hasta 1989
Diego A. Manrique – El mejor oficio del mundo
Iñaki Domínguez y Marina Cochet – Macarras intercelulares
Jacques Dutronc – Jacques Dutronc. Et moi, et moi, et moi. Memorias
Películas, series y documentales
Sly Lives! (Questlove)
Mr. Burton (Marc Evans)
Pluribus (Vince Gilligan) y Separación (Ben Stiller) ex aequo
Oh, Canada (Paul Schrader)
A complete unknown (James Mangold)
Artículos periodísticos
“La crisis de los opioides en Estados Unidos: del OxyContin al fentanilo” (Miguel López en El Adelantado de Segovia)
“La llamada del adúltero” (Juan José Millás en El País)
“El corazón hambriento de Springsteen” (José de Segovia en Protestante digital)
“Woody Guthrie” (Felipe Cabrerizo en Cuadernos Efe Eme)
“Juan Carlos Peinado, un juez que no escribe bien” (Álex Grijelmo en El País)
–
Anterior entrega de La espuma de los días: Dos muertes a destiempo: D’Angelo y Al Jackson Jr.

